" Sólo si entendemos la violencia como un todo, al tener en cuenta que tanto ellas como ellos pueden ser víctimas y agresores, y no prejuzgamos a ningún sexo como agresor o como víctima por el simple hecho de ser 'mujer' o 'varón', podremos avanzar en la erradicación de la violencia."

                                         Dra. Toldos Romero, Hombres víctimas y mujeres agresoras (2013)

 "Desde Darwin sabemos que compartimos nuestro origen con las otras especies del reino animal, y todas las especies -ya se sabe- desde el gusanillo al elefante tienen que soportar sus dosis cotidianas de tribulaciones, temores, frustraciones, penas y adversidades. Los seres humanos, sin embargo, poseen el privilegio de tener que cargar con un peso añadido, una dosis extra de tribulaciones cotidianas, provocadas por un grupo de personas que pertenecen al propio género humano. Este grupo es mucho más poderoso que la Mafia, o que el complejo industrial-militar o que la Internacional Comunista. Se trata de un grupo no organizado, que no se rige por ninguna ley, que no tiene jefe, ni presidente, ni estatuto, pero que consigue, no obstante, actuar en perfecta sintonía, como si estuviese guiado por una mano invisible, de tal modo que las actividades de cada uno de sus miembros contribuyen poderosamente a reforzar y ampliar la eficacia de la actividad de todos los demás miembros. La naturaleza, el carácter y el comportamiento de los miembros de este grupo constituyen el tema de las páginas que siguen."


Carlo M. Cipolla, Leyes fundamentales de la estupidez humana.

Dramatizaciones urbanas de la pandemia

 No se puede negar que esta pandemia ha sacado a relucir aquellos aspectos más interesantes dentro de lo que es la dramatización escénica urbana. El mensaje transhumanista dominante ha sido simpre el de "esta pandemia la controlamos", por lo que se le atribuye un caràcter de transitoriedad, lo que repercute en las escenificaciones de tipo urbano y de caràcter temporal que ya llevamos meses observando.

Delgado (2008), en su magnífica obra, el animal público, advertía que lo urbano consiste en una labor, un trabajo de lo social sobre sí: la sociedad "manos a la obra", produciéndose, haciéndose y luego deshaciéndose una y otra vez, empleaando para ello materiales siempre perecederos. Por tanto, la arquitectaura de la pandemia se ha imprimado de ese carácter de transitoriedad y ha desplazado la estructuracción protocolar de las ciudades. 

Además, unido a este fenómeno se ha producido una articulación de la circulación del transeúnte con el mismo carácter temporal, como si de un paso de obras y conos fluoresentes se tratase, para articular los recorridos en las aceras; lo que provoca un cómico baile de máscaras o, mejor dicho, mascarillas en dicas aceras para tratar de guardar la distancia de seguridad.

En otro orden de cosas, sinceramente creo que  la verdadera vacuna que nos estamos dejando inocular es el miedo, sobre todo al otro, que ahora es más sospechoso que nunca, en ese baile en las aceras, en esas reuniones donde hasta los saludos cambian, donde las miradas se clavan hoy más que nunca por ser lo único visible de verdad. Podrían ser las identidades asesinas de las que hablaba Maalouf...

Ciertamente este es un nuevo orden de las cosas y de la vida social, que ha agarrado una velocidad en estos meses muy sorprendente, rociada de mensajes sobre la responsabilidad personal y dejando al margen siempre el poder colectivo. Una gran estrategia neoliberal que nos atrapa, confina y desconfia de lo que somos.





 Es marzo y ya comienzan de nuevo los pájaros a cantar adviertiendo la llegada de la primavera. ya nadie se acuerda de los pájaros, los delfines en el Mediterráneo o las cabras asaltando los pueblos vacíos el pasado año 2020. Un año desde el confinamiento. En el cual poco se ha oído sobre las consecuencias en materia de salud mental en la sociedad. No se habla porque es más rentable pareciera hablar de muerte y temor. Hobbes magníficamente afirmaba que lo decisivo entre los hombres era la igualdad ante el temor. Y es éste que ha calado doce meses en los huesos, una pedagogía del temor bien orquestada desde los estamentos políticos. Que nos han hecho creer que somos responsables del transcurso de los acontecimientos diarios. 

Es preocupante que las secuelas en la salud mental de las personas no hayan sido visibilizadas para poder atajarlas. Será porque todo aquello que hace que el tejido social encuentre su reflejo y ello logre cambios no es deseable desde las estructuras de poder.

Cifras de muertes, hospitalizaciones, índices de incidencia...una gran maquinaria al servicio de la creación del miedo, que inmoviliza y genera obediencia. Un paradigma basado en la ciencia como salvadora de nuestra especie y un planeta que tiembla ante la desfachatez humana en el aprovechamiento de sus recursos naturales. Arendt, en su texto sobre la violencia comenta que la política es precisamente un medio por el que escapar de la igualdad ante la muerte y lograr una distinción que aseguraba un cierto tipo de inmortalidad. Será por eso que estamos asistiendo estos meses a esa búsqueda de la inmortalidad a través de inocular temor en la sociedad.

 " El poder utiliza, por lo demás, medios espectaculares para señalar su asunción de la historia (conmemoraciones), exponer los valores que exalta (manifestaciones) y afirmar su energía (ejecuciones). Este último aspecto es el más dramático, no únicamente porque activa la violencia de las instituciones, sino también porque sanciona públicamente la transgresión de las prohibiciones que la sociedad y sus poderes han declarado inviolables."

G. Balandier en su texto El poder en escenas (1992) parece que estuviese hablándonos de la realidad actual, donde se exhiben sin miramientos ni pudor unos mecanismos de control social y represión dignos de otras épocas. Todo ello, por el bien común y con un discurso de adulación científica bajo el que ampararnos como salida ante una crisis que va más allá de lo sanitario. Libertades individuales que se sacrifican pr la comunidad únicamente cuando al Estado le conviene. Es el caso de las elecciones catalanas convocadas en estos días y en donde la constitución de las mesas electorales está suponiendo algunos dolores de cabeza a nuestros dirigentes. Personas que argumentan ante esta pandemia nunca antes vista, su negativa a formar parte de esta teatralidad política por miedo al contagio. Miedo lícito que pone de manifiesto el bien asentado discurso institucional generado por la maquinaria informativa. El ciudadano tiene derecho a decir que no, y más en esta situación donde se le está prohibiendo salir de sus municipios y desplazarse el mínimo posible, cuando su única salida es al trabajo (quien no teletrabaja) y, ahora se le obliga a formar parte de la teatralidad electoral con la amenaza de represalias judiciales...No es una novela de P.K. Dick lo que aquí se escribe, es la realidad...

Paralelismos de la condición humana

"Durante la epidemia de la primavera del año 430 a.C, los atenienses descubrieron que el repertorio de prácticas mágicas del pasado carecía de capacidad explicativa suficiente para dar sentido a las crisis que se estaban produciendo en aquellos momentos. (...) La epidemia golpeó en primer lugar y de manera más letal al tejido social de la ciudad, destruyendo los rituales (...)"


R. Sennett, Carne y Piedra.
En estos momentos recurro a los grandes de la Sociología para tratar de vislumbrar cómo se llega a una situación social tan extraña. Ante un confinamiento quasi global, ¿dónde está el sentido crítico?
Norbert Elias, en su Humana Conditio, afirmaba que, el mundo tal como es en realidad, no se corresponde en absoluto con los deseos humanos. Cuando se dan cuenta de esto, muchos retroceden ante la verdad. Prefieren mecerse en sueños, en fantasías. 
¿Qué podría ser sino la avalancha de información que provoca internet en estos momentos? La pura evasión ante la realidad de que se nos está negando la libertad (ahora hasta de circulación). ¿Qué coste psicosocial tiene o tendrá esto?
Este mismo autor consideraba que la tendencia actual a rehuir del conocimiento de la verdad era nociva y peligrosa...
Ante una situación sin precedentes, las argucias a las que recurren las empresas de comercio electrónico no pueden ser sino tachadas de bizarras cuanto menos: "Repostería para el confinamiento", "Camisetas anti-virus -envío gratis!-", "50% descuento en remedios para reforzar el sistema inmunológico"...denigrante. La maquinaria consumista nunca cesa su incansable marcha hacia el despertar del deseo ajeno...

La alarma generada ante los acontecimientos es la consecuencia de una sociedad que, como Bauman asegura en su obra Confianza y temor en la ciudad, se ha organizado en torno a la búsqueda infinita de protección y al anhelo insaciable de seguridad. Seguridad que el Estado parece querer proveer con la base de ese deseo social.
Ante todo ello, el ciberespacio parece ser el verdadero domicilio de aquellos que lo defienden como modo alternativo de comunicación e interacción, y ahora pretenden dejar de lado las emociones complejas y contradictorias que puede provocar esta situación. Negando, de nuevo, lo que es realmente humano: la emoción. Cuidado...no olvidemos lo que somos.

A propósito de la STOPidez dominante

En unos días realmente difíciles de digerir, donde un virus hace estragos en la vida social, me viene a la mente  las palabras de Debord, a propósito de la estupidez que supone la banalización de una emergencia sanitaria como la que vivimos en estos días mediante el re-envio masivo de videos superfluos y estúpidos a través de los móviles y las redes sociales. Así, Debord  afirmaba que el espectáculo, considerado en su totalidad, es a la vez el resultado y el proyecto de un modo de producción existente. No es un suplemento al mundo real ni su decoración superpuesta. Es el corazón del irrealismo de la sociedad real. 
Poco más que añadir.

A propósito de Barcelona


Mantener el orden en la  convivencia supone dotar al propio sistema de ritos de rebelión como servomecanismos de retroalimentación negativa que vehiculen las presiones ejercidas por el propio sistema, por las propias estructuras. En un ritual los individuos son animados u obligados a sentir algo, algo socialmente pertinente, y que funciona como estímulo. En relación a éstos encontraríamos aquellos contrarrituales que lo que hacen no es sino generar un mecanismo termostático que libera las tensiones acumuladas que requiere el mantenimiento de un orden social determinado. Es por tanto, en un momento crítico de esta presión cuando surgen estos rituales de rebelión, estos contrarrituales. El rito captaría las energías que se desprenden de las situaciones desorganizadas y conflictivas a fin de convertirlas en positivas, haciendo de lo que es provocador de enfrentamiento y desgarramiento social, un factor de reconstrucción y cohesión (Balandier, 1997).


Si, como decía Ortega y Gasset (2002), “la forma de presión social que es el poder público funciona en toda sociedad”, tendríamos que entender que es la propia comunidad la que busca mantener un equilibrio en su realidad y esa búsqueda también implicaría tratar de encontrar mecanismos que garanticen ese equilibrio. Si el ritual es un mecanismo al servicio del control social, entendido éste como el control de la sociedad ejercida desde la propia sociedad, en donde se produce una presión ritual constante que garantiza dicho orden; entonces es indispensable que esta presión sea aliviada mediante otro tipo de rituales. Así pues, desde esta perspectiva se entiende y se espera que acontezca una desobediencia ritualizada.

Foto de Jordi Borrás


La odisea generacional o la putrefacción de la clase obrera

La conocida modernidad líquida de Bauman pareciera tornarse ya en gaseosa. El salto generacional desde aquellos que en la época de la transición española trabajaron por una sociedad más justa y mientras hacían su dinero gracias al trabajo, hasta la actualidad donde como Maalouf sostiene se produce una modernidad impuesta a la fuerza que mantiene a una generación posterior con ocupaciones y trabajos precarios, ha generado un modelo en donde nunca es suficiente la formación que cada cual ha ido cultivando, y no es ésa una manera de mantener al personal laboral reciclado o actualizado, sino que actúa como un filtro selectivo dado que no se sostiene de ningún modo este estado del bienestar que proclaman las clases políticas.

El mercado inmobiliario, sostenido por todos, los que especulan y, los que no tienen más remedio que entrar por el ojo de la aguja de las abusivas condiciones si quieren tener un techo, se encuentra en un momento de fragilidad según sostienen algunos expertos. Esta vez ha sido la demanda de alquileres que ha generado una burbuja que muchos hinchan a pulmón vivo. Las grades ciudades exportan su modelo hacia las periferias y ello genera el mismo efecto de ahogo en los arrendatarios aunque desde sus ventanas se vea el verde de la montaña o el gran azul del mar. Éste no es sino uno de los efectos de este salto generacional, en donde los propietarios actuales -pertenecientes a esa época de transición española- viven de las rentas que les generan las propiedades que a bien pudieron adquirir en un momento en el que el mercado lo permitía. Hoy, como hormigas al azúcar, nos convencemos de que esto es lo que hay y aceptamos cualquier abuso en este aspecto, ya sean los precios o las condiciones. 

Pero una situación así es poco sostenible desde el punto de vista psico-social, puesto que la base de los sueldos no fluctúa al alza como lo hacen las tarifas de alquiler. Es posible que por ello, cada día más personas estén medicadas con antidepresivos (somos segundo país del mundo en su consumo) o los trabajos en negro y sobre negro estén en máximo auge.

La vergüenza de esta situación y el encogimiento de hombros colectivo es un riesgo muy alto en la salud colectiva de nuestra sociedad. Y eso no se cambia ni con seriales nocturnos ni con drogas, se cambia con voluntad social férrea, que ya no política, ellos están muy entretenidos dando vueltas a su rotonda de propuestas de gobierno.

Los acontecimientos en España de los resultados electorales andaluces ponen de manifiesto aquello que Alice Miller, en su obra Por tu propio bien comentaba en referencia a lo que supuso el surgimiento de la extrema derecha alemana capitaneada por A. Hitler. Fue una cuestión de adiestramiento y educación de la población, en donde los pedagogos de la época abogaban por el castigo físico, la privación del placer y el adiestramiento puro y duro. Cada pueblo tiene su narrativa y no nos asombremos de lo que acontece ahora cuando hace años que se generan ciertos discursos noeliberales basados en la competitividad y el individualismo...

Homogeneidad diversa

Un anuncio de una multinacional https://www.youtube.com/watch?v=grTQHDlcI2w, nos ha evocado las palabras de Byung-Chul Han, que en su libro La expulsión de los distinto comenta: "La diversidad sólo permite diferencias que estén en conformidad con el sistema. Representa la alteridad que se ha hecho consumible. Al mismo tiempo, hace que prosiga lo igual con más eficiencia que la uniformidad, pues, a causa de una pluralidad aparente y superficial, no se advierte la violencia sistemática de lo igual."
La barbaridad que supone esta campaña navideña, tratando de homogeneizar a las familias, buscando la debilidad, la lágrima fácil y la compasión hacia un tipo de familia burguesa que no duda en tener la pulsión del consumo como modus vivendi para llenar sus espacios de encuentro familiar. La pervesión es absoluta.
Otro ejemplo https://www.youtube.com/watch?v=5egLxg_7mg0, nos muestra perfectamente cómo el marketing emocional ya forma parte de las estrategias de mercado. Lo realmente grave es que tenga que mostrarnos la misma multinacional que nos incita al consumo cada día y mantiene viva esa misma pulsión, la pasta de la que cree y nos hacen creer que estamos hechos.